Palabras del Embajador Nealon en el lanzamiento de la campaña “Honduras por los Derechos Humanos”

Palabras del Embajador James D. Nealon en el lanzamiento de la campaña “Honduras por los Derechos Humanos” en conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos

El Embajador James D. Nealon pronuncia un discurso sobre derechos humanos en conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos. (Foto del Depto. de Estado)
El Embajador James D. Nealon pronuncia un discurso sobre derechos humanos en conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos. (Foto del Depto. de Estado)

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Hoy celebramos la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que consagra el principio de “la igualdad e inalienabilidad de los derechos de todos los miembros de la familia humana son el fundamento de la libertad, la justicia y la paz en el mundo”.

En principio, el concepto de que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derecho pareciera ser simple. Sin embargo, en la práctica, en cada país del mundo hoy en día aún se continúa la lucha por garantizar la igualdad básica y la dignidad de cada persona.

Yo crecí en la época en que se dio el movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos. Nací el año en que la Corte Suprema de los Estados Unidos decidió el caso histórico de Brown contra el Consejo de Educación. En ese caso, Thurgood Marshall, uno de los más grandes abogados del siglo XX en los Estados Unidos y futuro Magistrado de la Corte Suprema, argumentó que el sistema de educación del Sureste de los Estados Unidos –el cual requería que los niños blancos y afroamericanos asistieran a diferentes escuelas— era intrínsecamente injusto, y que “separado” nunca podría ser “igual”. La Corte Suprema estuvo de acuerdo con él, y dictaminó que forzar a los niños afroamericanos a que asistan a escuelas segregadas violaba la garantía de igualdad para todos contenida en la Constitución de los Estados Unidos de América.

Mientras que la decisión de la Corte Suprema abría paso a la desegregación en las escuelas, las leyes y normas prevalecientes a lo largo del Sureste de los Estados Unidos todavía trataban a las personas de diferentes razas de manera desigual en todos los aspectos de la vida. El mismo año en que la Corte Suprema decidió sobre el caso Brown contra el Consejo de Educación, una costurera afroamericana llamada Rosa Parks se negó a ceder su asiento de autobús a una persona blanca, conforme a lo requerido por la ley en ese entonces. Su arresto por rehusarse a ofrecer su asiento desató un año de boicot al sistema de buses en la ciudad donde vivía e impulsó el movimiento de los derechos civiles en los Estados Unidos. Un año después de su arresto, la Corte Suprema de los Estados Unidos dictaminó que las leyes que requerían la segregación en el transporte público eran inconstitucionales.

El Reverendo Martin Luther King Jr. lideró el boicot generado por la simple acción de Rosa Parks. Él se convirtió en el líder más prominente de la lucha por la igualdad en los Estados Unidos. Cuando yo era joven, Martin Luther King dio su famoso discurso “Yo tengo un sueño” en Washington. En ese discurso, él se lamentó no solo por  la segregación, sino también por la discriminación, la pobreza y las políticas y prácticas del gobierno que mantenían a los afroamericanos “exiliados en su propia tierra”. Hizo un llamado a todos nosotros a “hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios.”

A lo largo de mi vida he visto el final de la segregación patrocinada por el Gobierno en los Estados Unidos. He visto leyes que prohíben contraer matrimonio a las personas del mismo sexo ser revocadas por un Estado tras otro. He sido testigo de pasos progresivos hacia el reconocimiento de la práctica de “la igualdad e inalienabilidad de los derechos” de cada persona.

Detrás de cada paso progresivo han estado las voces valientes de hombres y mujeres que lideran la lucha por los derechos humanos. Como lo dijo el Secretario de Estado John Kerry: “Algunos de los logros más grandes en la expansión de la causa de los derechos humanos no se han dado por un decreto legislativo o una sentencia judicial, sino que se han logrado a través de actos de increíble valentía de individuos”.

Hasta ahora, en mi corto tiempo de estar en Honduras, he tenido el privilegio de conocer a muchos hondureños valientes y comprometidos que trabajan en la promoción de la dignidad fundamental y la igualdad para todos y todas.

  • He conocido a defensores de derechos humanos quienes están trabajando por ponerle fin a la violencia en el Bajo Aguán, y que promueven la justicia para las víctimas de abusos de derechos humanos.
  • He conocido a fiscales y jueces que han puesto sus propias vidas en riesgo por manejar casos contra el crimen organizado y contra narcotraficantes.
  • He conocido líderes dentro del Gobierno, el Ministerio Público, y la sociedad civil quienes trabajan incansablemente para defender los derechos de los niños, niñas, mujeres y los miembros de la comunidad LGTB.
  • He conocido líderes de las organizaciones que representan a las comunidades afrohondureñas e indígenas que esparcen una luz en la lucha contra la discriminación y trabajan para promover la igualdad de oportunidades para todos.
  • Y he conocido funcionarios públicos comprometidos dentro de la Secretaría de Derechos Humanos, Justicia, Gobernación y Descentralización, y a lo largo del Gobierno de Honduras, quienes trabajan cada día para reducir la impunidad, combatir la corrupción, y promover un crecimiento económico real que ayude a salir de la pobreza a los más pobres.
  • En este momento, también deseo reconocer la solicitud formal presentada por el Señor Presidente a las Naciones Unidas, pidiendo que se abra una Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en Honduras. Mi Gobierno ya ha prometido una contribución sustancial para apoyar esta oficina, y espero que otras naciones donantes hagan lo mismo.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce que la promoción de los derechos humanos es una responsabilidad de todos —no solo de los gobiernos, sino también de la sociedad civil. Como bien lo dijo el Presidente Obama, “las naciones fuertes y vibrantes incluyen sociedades civiles fuertes y vibrantes”. La historia ha demostrado que los gobiernos que respetan los derechos humanos y reflejan la voluntad de sus pueblos, son más estables, seguros y prósperos a largo plazo.

Así hoy, conforme celebramos la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos hace 60 años, reconocemos que la lucha por la igualdad, la dignidad y el respeto por los derechos humanos fundamentales continúa —continúa en Honduras así como continúa en los Estados Unidos. Y queremos honrar a aquellos individuos valientes tanto dentro del gobierno como en la sociedad civil que están liderando esta lucha. Como dijo Martin Luther King en su famoso discurso en 1963: “No podemos caminar solos. Y conforme caminamos debemos tomar el compromiso que siempre vamos a marchar hacia adelante”. Para Honduras, desde la sociedad civil, desde el gobierno y desde todos los caminos de la vida: los Estados Unidos está aquí para apoyarles conforme marchen hacia adelante.